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El callejón
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El dedo de Dios

Según la fe que profesaba Ismael Omar Mustafá (Courcouronnes, 1985 – París, 2015), el universo es una infinita concatenación de contingencias, trazadas con pulso firme y desapasionado por una suprema voluntad, en el inacabable lienzo en blanco de la eternidad.

Si nos atenemos a este credo, profundamente determinista, en el que nada acontece por azar, las vidas bruscamente sesgadas el pasado viernes, en una sala de conciertos de París, con el simple movimiento del índice del tal Mustafá, es otra de esas fatalidades cuya responsabilidad sólo cabe atribuirla, casi en exclusiva, a la única divinidad posible.

Por tanto, sin salirnos de esta aplastante (y devastadora) lógica teísta, también ha de imputarse a ese mismo Dios, si bien se sirvió de Ismael Omar como mero brazo ejecutor, el hecho de haber sido Él quien, en última instancia, apretó el gatillo.

En consecuencia, es de suponer que el trozo de dedo que, con posterioridad a la carnicería, se halló entre los cadáveres y miembros amputados y que permitió identificar al citado terrorista no es más que otro designio de la Divina Providencia.

A estas alturas, aún no se ha hecho público si la falange en cuestión pertenecía al dedo medio (o corazón), lo cual, de ser cierto, revelaría, cuando menos, un extraño sentido del humor por parte del Todopoderoso.

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